2021: Bienvenidos a Uruguay

por Martín Viggiano, enólogo

 

La vendimia 2021 fue una verdadera montaña rusa. Pasamos de un déficit hídrico importante a días de intensas lluvias que lo cambiaron todo. A mediados de enero se veía en el suelo y las hojas la falta de agua. Hasta que llegó febrero. El segundo mes del año pareció vengarse de toda la lluvia faltante meses atrás, y pasamos de tener que regar a esperar que escurra el agua excesiva. Se dio vuelta la tortilla en pocos días: bienvenidos a Uruguay.

 

¿Qué se puede esperar de los vinos producidos en esta zafra 2021? ¿Quedó empañada

detrás de la 2020?

 

Las condiciones del tiempo durante el período de maduración son determinantes para evaluar la calidad de una cosecha. Temperatura, humedad, horas de luz, pero sobre todo el régimen de lluvias durante enero, febrero y marzo marcan a fuego las características de la fruta. La calidad sufre cambios dramáticos a costa del tiempo. Dicho esto, a la hora de evaluar se debe tener una perspectiva amplia. Si queremos arribar a una conclusión sobre la calidad de una vendimia, el análisis debe ser más fino y profundo. Por ejemplo, necesitamos observar cómo fueron las condiciones del tiempo durante la primavera, momento durante el cual la viña atraviesa etapas claves de su ciclo: brotación, desarrollo vegetativo, floración y cuajado. Nada menos.

 

Este verano 2021 fue precedido por una primavera de 2020 bastante seca y fría. Las plantas ya venían de un ciclo caliente y muy estresante, donde las reservas no eran óptimas y la fertilidad parecía haber bajado. Pero el cambio dramático en las condiciones dio lugar al aumento en el tamaño de bayas y, consecuentemente, a un equilibrio en la producción. Eso impactó de manera dispar en las distintas variedades y, claro está, según la zona del país donde se desarrollen porque las lluvias no fueron parejas en todo el territorio. Sin ir más lejos, en Maldonado llovió algo más que en Canelones. En la zona Este cayeron casi 300 milímetros en la primera quincena de febrero y, al igual que el resto del país, las precipitaciones retomaron en la segunda quincena de marzo. Las variedades tempranas, por ejemplo, sufrieron las lluvias del inicio de febrero cuando ya estaban a pocas horas o días de ser cosechadas. En ese caso, la dificultad de la cosecha fue logística: no se puede cosechar bajo agua. Y en cuanto a la sanidad, si bien en algún caso pudo haber desajustes de acuerdo a lo esperado, la mayoría de las blancas y otras variedades tempranas (como la pinot noir) pasaron con buena nota el examen.

 

¿Qué hacer entonces cuando se presentan condiciones como estas? Aunque sea de Perogrullo, es muy importante estar arriba de los manejos sanitarios del viñedo y controlar la maduración. Dejar a un lado los planes trazados en los papeles meses atrás y adaptarse lo más posible a lo que se presenta. Tomar decisiones rápido. Poner en la balanza los pros y contras de seguir esperando la uva en el campo o de cosechar. ¿Qué gano y qué pierdo si espero o si cosecho? Esa pregunta recurrente debe ser respondida a diario. La agenda pasa a sufrir modificaciones y no es posible planificar a mediano plazo. En ese caso, no debería haber lugar a la duda en el uso de las herramientas de cura y desinfección de la viña, así como manejos culturales como, por ejemplo, deshojes y raleos. Si tengo condiciones de lluvia y poca luminosidad, no puedo esperar a sobremadurar porque antes me van a ganar los hongos.

 

Yendo a los datos, para realizar el análisis se tomó la información de la estación Las Brujas (Canelones) de INIA (Instituto Nacional de Investigación Agropecuaria) para el período del 20 de diciembre a 20 de marzo. En cuanto a las precipitaciones, el registro para el caso antes explicado fue de 253 mm en el período, lo cual se ubica de manera casi exacta sobre la línea de tendencia de la última década. Es muy evidente que el 2021 fue distinto al 2020 y, a su vez, se pareció de manera general a otros años como 2017 y, en parte, a 2019, más allá de la diferencia en cantidad de agua de este último. En la película de la última década en cuanto a lluvias, queda claro cuáles fueron los años secos y más o menos cálidos: 2015, 2016, 2018 y 2020. Cuando el año pasado nos enfrentamos al atípico 2020, tuvimos que ir hasta el 2011 para observar registros tan bajos de precipitaciones en el ciclo de envero y maduración.

Pero, además de la acumulación en el período elegido, es interesante observar la foto del 2021 en cuanto a lluvias porque nos muestra claramente que llovió lo normal para Uruguay en verano, pero de forma concentrada. Es así que febrero resultó lluvioso, pero marzo fue bastante seco; de hecho, por debajo de la media histórica. De manera que las variedades tempranas fueron las más amenazadas y las tintas, en general, pudieron gozar de la tregua dada por las lluvias en la segunda mitad de febrero y casi todo marzo.

 

 

En tanto, las condiciones de lluvia traen aparejado otro impacto en la luminosidad. Parece obvio, pero cuando llueve las plantas no solo reciben agua, sino que la luz solar baja su incidencia y, por lo tanto, el avance en la maduración se ralentiza. A esa acumulación de horas de luz le llamamos heliofanía. Habiendo tomado los datos del mismo sitio para el mismo período (INIA Las Brujas), se puede apreciar de forma clara el impacto. Hablamos de un año más fresco que se diferencia a las claras del 2018 y del 2020.

 

Hablamos de un año más fresco porque, en ningún caso del período analizado, el promedio de temperatura diario superó los 27 grados, mientras que en 2020 hubo ocho días donde la temperatura promedio superó esa marca. En 2020 hubo olas de calor, la más impactante a inicios de febrero, cuando se registraron cinco días con temperaturas promedio por encima de los 27 grados. En 2021, en cambio, ni siquiera en enero sucedió ese fenómeno. Viendo la información del 20 de diciembre al 20 de marzo: en 2020 la temperatura promedio diaria fue de 22.54 °C, mientras que en 2021 fue 21.97 °C.

 

Todo lo dicho anteriormente en cuanto al impacto de las condiciones del tiempo tiene diferencias abismales de acuerdo a la región donde se desarrolle la viticultura y los manejos en la viña, según los objetivos de producción. Dicho de otra manera: en vendimias frescas y lluviosas como esta (normales para Uruguay) las producciones de calidad y los lugares con condiciones naturales favorables (suelo drenados, pendientes, vientos) se destacan del resto. Así como en 2020 toda la uva parecía ser excelente, en 2021 se notan de forma más clara las calidades y el impacto de los lugares.

 

En síntesis: la vendimia 2021 fue buena a muy buena, con condiciones del tiempo típicas de un verano uruguayo. Los vinos de esta cosecha van a reflejar de manera nítida el impacto de un año frío y lluvioso, es decir, productos con menos alcohol, más acidez y aromas frescos, sin la contundencia y la profundidad de otros años (2015, 2018, 2020). En algún punto, más equilibrados. Más uruguayos.